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Feb 21, 2025 | Uncategorized

✦ Liderazgo simple. Por qué complicar menos es liderar mejor

Ramón Maurel Pascual

Mentor senior, formador y conferenciante en liderazgo

En el mundo de la gestión y el liderazgo, convertir lo simple en complejo es realmente sencillo. Basta con añadir un poco de burocracia a cualquier proceso y listo.

Convertir lo complejo en simple, ya es otra cosa.

Piensa en un directivo que transforma una reunión de dos horas en un correo de cinco minutos. Esa capacidad de simplificar no sólo ahorra tiempo, sino que sorprende y sobre todo, genera confianza.

Porque simplificar es una tarea sólo apta para unos pocos. Auténticos artesanos de la excelencia. Líderes de otro calibre.

Recuerdo a un joven recién ascendido que en su afán por “ganarse el puesto” (algo muy legítimo y encomiable), decidió eliminar procesos sin saber su impacto real en el producto final.

Izando la bandera de la agilidad y la reducción de costes, prescindió de un plumazo de verificaciones y controles de calidad que, según su lógica, sólo hacían lento y costoso el proceso global.

Pues bien, en la primera entrega del producto, todo el supuesto ahorro por la “simplificación” se volvió en pérdidas al recibir un producto, directamente, inservible.

 Simplificar implica, en la mayoría de los casos, eliminar y/o crear nuevas formas de hacer algo.

Por ejemplo, cuando una empresa decide digitalizar sus procesos de aprobación, puede sustituir el papeleo manual por una plataforma en línea que automatice las tareas e ir más allá, cuestionando el proceso en sí y las personas que deben intervenir.

Este cambio no solo reduce errores, sino que también ahorra tiempo y facilita el trabajo en equipo. Reducir la complejidad en beneficio de la efectividad.

Pero cuidado: saber qué es importante y qué no, requiere del conocimiento profundo de aquello que se gestiona, puesto que como en el caso de nuestro “directivo ágil”, sin ese saber hacer, las buenas intenciones se quedan muy cortas.

Llegar a lo mínimo, a lo necesario sin que sobre nada, es un todo un viaje en el que se requiere de un liderazgo poco común. Un liderazgo simple, cargado de sentido crítico.

Pensemos en una empresa que decide reducir su línea de productos de diez a tres. Este cambio, aunque simple en apariencia, exige un profundo conocimiento del mercado, valentía para dejar ir productos y una comunicación clara con los equipos para alinear voluntades en torno a lo esencial.

Y es que en un mundo donde todo se tiende a complicar, la simplicidad es una inmensa ventaja competitiva. Porque lo simple, cada día, es algo más valioso por infrecuente.

Aquí tienes algunos ejemplos concretos:

 

  • Tomar decisiones de forma más rápida y efectiva a base de eliminar la parálisis por análisis, es algo que destila excelencia (y beneficios).
    Todos sabemos que una buena decisión, tomada tarde, se vuelve en una mala decisión.
    Tener unas pocas reglas, principios o valores que sirvan de guía a toda la organización para que pueda tomar decisiones, sin tener que ir de nivel en nivel jerárquico, es todo un hito en la simplificación de la gestión.

  • Reducir procesos innecesarios para mejorar y disminuir la fatiga operativa.
    La gente no se va de un trabajo porque se cansa del jefe (como habitualmente se dice). Eso es la gota que colma el vaso cuando ya están hartos de tener que hacer cosas que no tienen utilidad alguna o bien, perder el tiempo al repetir constantemente los mismos errores.
    Quemar a la gente con ineficiencias jamás ha sido una buena estrategia si se quieren lograr resultados. Simplificar lo complejo e inútil, sí.

  • Reducir y alinear objetivos.
    Cuando una organización apunta a varios objetivos diferentes, cada uno con sus métricas particulares y bonus asociados al desempeño, el problema está servido.
    Por ejemplo, una empresa que intenta mejorar simultáneamente la satisfacción del cliente, la innovación y la reducción de costes suele acabar sin lograr nada significativo debido a la falta de enfoque y alineación.
    Tener un propósito poderoso y alinear a la organización en torno a muy pocos objetivos siempre es mejor, especialmente, si deseamos liderar a muchos hacia la consecución de resultados sobresalientes.

  • Comunicación clara, impacto potente.
    Si hay un síntoma en las organizaciones, es precisamente, la falta de comunicación. Y digo síntoma porque tan solo es la consecuencia de un mal más profundo: la falta de claridad a la hora de transmitir mensajes.
    He salido de sesiones informativas de la alta dirección en las que cada asistente había entendido algo diferente, incluso opuesto.
    Volviendo a lo simple y tomando una cita bíblica, “cuando digáis sí, que sea sí. Cuando digáis no, que sea no”.
    Mensajes simples y directos minimizan los malentendidos, generando confianza y cohesión.

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No me canso de repetirlo: lo simple funciona siempre. Lo complejo, no.

En el extremo opuesto a este aporte de valor de la simplicidad, está la complejidad innecesaria, que tiene unos costes ocultos: la confusión, el desgaste emocional y la pérdida de productividad, tanto en los líderes como en sus equipos.

No me canso de repetirlo: lo simple funciona siempre. Lo complejo, no.

Enfocarnos, en las pocas cosas que sabemos que entregan valor, descartando todas las demás, es una labor titánica.

El liderazgo simple requiere de un nivel de atención constante para eliminar todo aquello que no suma a nuestro propósito, puesto que no nos equivoquemos: en el mundo de la dirección, la gestión y el liderazgo no existen las acciones neutras. Lo que no suma, directamente resta.

Por ejemplo, cuando un equipo debe realizar reportes semanales que nadie revisa, no solo pierden tiempo valioso, sino que también ven mermada su motivación al percibir que su trabajo carece de sentido.

Y es que todos amamos a los que nos simplifican la vida, no a los que nos la “sobrecomplican”. Si el liderazgo tiene algo que ver con tener seguidores, esta máxima debería estar grabada a fuego en las agendas de los directivos.

Si todo lo anterior resuena con tu modo de entender la gestión, te dejo 5 claves para poner en práctica este liderazgo simple.

 

  1.  Una prioridad prioritaria.
    Define el objetivo (uno solo) más importante para tu equipo y concéntrate exclusivamente en él. En todo lo que hagáis, pregúntate constantemente: ¿Esto realmente aporta valor a nuestra meta principal?


  2.  Simplifica la comunicación
    Al comunicarte, usa un lenguaje claro y directo. Acaba, de raíz, con lo políticamente correcto y evita correos extensos, mensajes ambiguos o reuniones innecesarias. Asegúrate de que todos sepan qué se espera de ellos, por qué y para qué.


  3.  Elimina lo innecesario
    Identifica tareas, procesos o reportes que no generan impacto y elimínalos. Una revisión mensual de “qué podemos dejar de hacer” puede liberar mucho tiempo y recursos.

  4.  Toma decisiones rápidas y enfocadas
    No te pierdas en la parálisis por análisis. Evalúa lo esencial, decide con agilidad y sigue adelante. No todas las decisiones necesitan ser perfectas, pero sí ejecutadas.

  5. Sé coherente. El que no se aplica lo que predica, no es maestro para nadie
    Adopta la simplicidad en tu propio liderazgo. Modela con tus acciones lo que quieres ver en tu equipo: decisiones claras, comunicación sencilla y un enfoque en lo esencial.

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