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Mar 20, 2025 | Uncategorized

✦ ¿Quién mató a la autenticidad? Un thriller sobre el mayor crimen en el liderazgo

Ramón Maurel Pascual

Mentor senior, formador y conferenciante en liderazgo

Al preguntar a un auditorio repleto si consideran que la autenticidad es una cualidad necesaria de los líderes, la respuesta es unánime: el 100 % expresa, alzando su brazo, que así lo consideran.

Acto seguido, al pedir que mantengan el brazo en alto quienes crean que la autenticidad es algo común, la respuesta es igualmente unánime: el 100 % baja el brazo.

Muy paradójico: ser nosotros mismos y comportarnos de manera natural, debería de ser lo más simple, común y corriente. Sin embargo, algo falla en esa lógica cuando la percepción general es que la autenticidad ha muerto.

 

Pero… ¿Quién acabó con la autenticidad?

Si de una película de suspense se tratase, la trama iría de descubrir el “asesino” de nuestra preciosa (y valiosa) autenticidad.

Lo “políticamente correcto”, uno de los personajes de la trama, sería uno de los firmes candidatos a acabar esposado por el crimen. Sería lógico: en cada escena en la que aparece, la autenticidad sale muy mal parada.

Hablar de manera que nadie se pueda molestar u ofender por nuestras palabras, hace que maquillemos nuestra verdad hasta tal punto, que se vuelva irreconocible.

Llamar a las cosas por su nombre, o hacer una pregunta incómoda, se ha convertido en una “práctica de riesgo” en la que valiente que decide abiertamente “abrir un melón”, en lugar de ser premiado por su enfoque directo de los hechos, es castigado con la crítica, el juicio o incluso, la burla.

Aquí, más que nunca, se comprueba una verdad del mundo corporativo: ninguna buena acción queda impune.

Sin embargo, lo políticamente correcto es tan solo un actor secundario, un cómplice necesario de una dama elegantemente vestida y de finos modales, pero letal como una daga veneciana: la imagen de perfección.

Ese autoconcepto por el cual, jamás debemos admitir un error. Eso nos haría vulnerables y ya se sabe, dar un paso al frente y mostrar el error ante los demás es algo así como lanzar un filete sangriento a una jauría hambrienta: no podrían resistir el impulso de lanzarse a darle dentelladas…  

¿Lo peor? Cuando alguien comete un error clamoroso a ojos vista de todos, pero en un (ridículo) intento de “salvar la imagen”, se atrinchera en sus decisiones erróneas.

Paradójicamente, esta huida hacia adelante acaba hundiendo aún más al personaje que creyó que la imagen de perfección sería su mayor aliada, cuando en el fondo, finiquitó su autenticidad desde el mismo momento en que se conocieron.

No, lo políticamente correcto y la imagen de perfección no son suficientes para acabar con la autenticidad, que terca, siempre encuentra algún momento, un resquicio, una grieta para aparecer en escena.

Quién sabe: una injusticia que no se puede pasar por alto, un momento de cercanía o de compasión, hacen que la autenticidad aparezca en escena.

Otro de los que el público piensa que es el asesino, amante habitual de esa imagen de perfección, es el egocentrismo. Creerse en posesión de la verdad, con un solo propósito: el bien propio sin importar el ajeno.

Dicho así, suena muy duro, pero si lo llevamos al contexto de lo real, creo que todos hemos visto, cuando no “coqueteado” con este personaje.

El líder que, ante un error, en lugar de asumir su responsabilidad, culpa a su equipo o a factores externos, como el mercado, la competencia o la lluvia (nota: esta última es la excusa muy socorrida en el mundo de la moda cuando no se vende… lo que hace pensar que, en lugar de directivos, lo que se necesita son más meteorólogos en los comités ejecutivos…).

No hablemos de los que exageran sus éxitos, especialmente en redes sociales. Flagrantes errores en la vida real, bien maquillados, se transformaron en “éxitos rotundos” en LinkedIn o en páginas salmón de algunos diarios. Convertir el agua en vino es un milagro muy pobre al lado de lo que algunos, hacían en sus despachos… aunque en realidad, sólo eran capaces de aguar el vino.

La coherencia hubiese sido una gran aliada de la autenticidad… pero quizá por buenas amigas, a las dos se las ve muy poco.

Ninguno de los anteriores resultó ser el asesino y la trama se completa con todo un elenco de actores de reparto como:

  1. La complacencia. Siempre busca quedar bien con todos, evitando cualquier conflicto o conversación incómoda, lo que diluye cualquier atisbo de autenticidad.
  2. El silencio cómplice. Ve lo que está pasando, pero no dice nada. Prefiere callar antes que arriesgarse a incomodar o desafiar el statu quo.
  3. La comparación constante. Siempre está susurrando al oído de los personajes, recordándoles que nunca serán suficientes, que deben parecerse a otros para ser valorados.
  4. El miedo al qué dirán. Susurra dudas y preocupaciones sobre cómo serán juzgados por los demás, paralizando cualquier intento de mostrarse tal como son.
  5. El oportunismo. No tiene identidad propia, sino que se adapta según convenga. No le interesa la autenticidad, solo el beneficio personal.
  6. La burocracia emocional. Convierte cualquier interacción humana en un proceso frío y estructurado, eliminando la conexión real entre las personas.
  7. El “esto siempre se ha hecho así”. Un personaje rancio que impide cualquier cambio o evolución, sofocando la autenticidad en reglas antiguas y obsoletas.
  8. El cinismo. Se burla de la autenticidad, tachándola de ingenua y poco práctica, desmotivando a quienes intentan ser ellos mismos.
  9. El multitasking deshumanizante. Mantiene a todos ocupados, distraídos y sin tiempo para reflexionar sobre quiénes son realmente.

Al final, como en una buena trama, el asesino no era ninguno de ellos, si bien, les manejaba en la sombra como si de marionetas se tratase y su nombre, desde el principio, nos era familiar a todos: el miedo.

Miedo a perder nuestra posición, nuestra imagen, nuestro posible ascenso, nuestra seguridad… Miedo a no ser parte de algo, a quedar fuera de la lista VIP (y entrar en la lista negra).

Miedos hay muchos y para todos los gustos y como decía Ramón Maurel Sr. (mi padre): “el miedo es como un bufé libre: hay para todos y cada uno se sirve todo lo que quiere”.

Pero afortunadamente, esto sólo es una película… porque lo cierto es que en la vida real, al miedo se le puede desenmascarar… y vencer.

7 puntos prácticos y (un poco) rompedores para conectar con tu autenticidad

Sólo aquellos que icen la bandera de autenticidad podrán liderar su vida y ser guía para otros. El resto, jamás podrán aspirar a nada más que a ser sus seguidores.

¿Las buenas noticias? La autenticidad es parte de nuestra esencia humana y por ello, siempre está ahí, esperando mostrarse. Enterrada bajo capas y capas de miedo, ser auténticos no va de buscar la autenticidad, sino de afrontar y hacer desaparecer los miedos que la impidan brillar.

¿Cómo? Te dejo 7 tips simples, que puedes poner en práctica en este mismo instante, para conectar con esa autenticidad.

  1. Sé honesto: comparte tus fracasos.

Habla abiertamente sobre tus errores y lo que aprendiste de ellos. Errar es humano y eso nos humaniza… y nos iguala a todos.

No se trata de flagelarse en público, sino de conectar con los demás a través de ese campo de juego compartido que son los momentos en los que las cosas no salieron como quisimos.

Si tienes ganas de hacer un “sincericidio” personal, te dejo dos preguntas poderosas para que ese camino de la sinceridad, salga a tu encuentro:

  • ¿Qué miedos o inseguridades me están impidiendo ser completamente honesto en mi liderazgo?
  • ¿De qué manera puedo mostrar más vulnerabilidad y humanidad en mi rol como líder?
  1. Practica el ‘walk the talk’.

No solo hables de autenticidad: demuéstrala en tus acciones diarias, especialmente, en las cosas que parecen no tener importancia. Mostrar emociones en momentos intensos, compartir una opinión poco aceptada (pero tuya), decir tu verdad (aún en contra de la de tu jefe) …

No esperes a los grandes momentos; son pocos y a veces, nos pasan desapercibidos.

¿Una pista? Comienza por ser coherente: alinea tus pensamientos, palabras y actos. Una pregunta para ti: ¿Qué acciones concretas puedo tomar hoy para alinear mis palabras y acciones?

  1. Solicita feedback honesto.

Pide a tu equipo o a personas cercanas a ti, que te dé retroalimentación sincera sobre tu liderazgo… y actúa en consecuencia.

Estate preparado para recibir comentarios que no te van a gustar, pero es ahí donde puedes encontrar las claves para avanzar.

Quien sólo quiere lo positivo, en el fondo, no pide feedback, sino halagos.

  1. Crea espacios de diálogo informal.

Organiza charlas sin agenda para conectar a nivel personal con tu equipo, fuera del entorno formal.

Si además, en esos espacios de diálogo hay un tema inspirador, el tiempo estará más que bien empleado.

La pregunta para ti: ¿Cómo puedo animar a mi equipo a compartir sus verdaderas opiniones y perspectivas?

  1. Muestra tus valores en acción.

Como dijo Woody Allen, “las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas, se dicen solas”.

Haz visibles tus principios en las decisiones y acciones, para que el equipo vea cómo tus valores guían tu liderazgo.

Un par de preguntas para la reflexión:

  • ¿Qué valores personales quiero reflejar en mi liderazgo y cómo puedo hacerlo de manera más clara?
  • ¿En qué aspectos de mi vida o liderazgo no estoy siendo completamente auténtico?
  1. Permite la autenticidad en los demás.

Anima a tu equipo a ser ellos mismos, reconociendo y valorando sus diferencias y particularidades.

La autenticidad tiene un precio a pagar, y ese suele ser la comodidad. La autenticidad de los demás te descolocará, pero ahí está otra posibilidad para crecer.

Pregúntate: ¿Cómo puedo fomentar un ambiente donde mi equipo se sienta seguro para ser auténtico?

  1. Cultiva la curiosidad más allá de lo profesional.

¿Qué conoces de las personas con la que trabajas, más allá de sus tareas?

Por aquí comienza la conexión. Demuestra un interés genuino en conocer a las personas más allá de sus roles profesionales. Eso te hará humano, cercano y, sobre todo, auténtico.

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