Una parte de la función que cumplía la familia, y la jerarquía que la sostenía, ha sido desplazada a las redes sociales, con sus dispositivos más horizontales y en conexión permanente. Ellas suponen un apoyo nada desdeñable a los sujetos hipermodernos, huérfanos de referencias, pero al tiempo muestran sus fragilidades al situar el cuerpo y su imagen como elementos centrales y aupar lo virtual en detrimento de la presencia.
La hiperconexión está cambiando aspectos centrales en nuestras vidas: aprendizajes, relaciones personales y familiares, sexualidad. Su incidencia en las infancias y adolescencias
del siglo XXI es ya evidente ¿Cómo seguir siendo interlocutores válidos ante esta nueva realidad digital? ¿Cómo hacer para acoger esa novedad que traen y al tiempo no abandonarlos sin límites en su uso? Este libro trata de analizar estas transformaciones y proponer ideas que permitan acceder a lo virtual sin renunciar a la presencia ni a lo singular de cada uno/a.