Para la gestión de la calidad es preciso comprender los principios básicos, reconocer la necesidad de mejorar continuamente, adaptar la cultura personal y empresarial, apoyarse en ciertas herramientas de ámbito universal y hacer partícipes de ella a todos los empleados de la organización. En estas pocas líneas anteriores, con las que comienza esta obra, se resumen conceptos, principios, procedimientos, métodos, técnicas y muchas cosas más. Todas ellas desde hace décadas. La tecnología ha facilitado mucho, pero también el pensamiento nuevo que lleva a la actitud y a la aptitud. Edward Deming, fue un estadístico y profesor universitario estadounidense, aunque fueron los japoneses quienes vieron la oportunidad de aprovechar sus principios. Tan importante fue que consiguió lo que toda empresa del mundo anhela: un posicionamiento, que es esa palabra que todo consumidor o usuario tiene en su cabeza relacionada con la marca. Se puede hacer la prueba: si se dice Toyota, el consumidor dice… ¡calidad! Si se dice Volvo, el consumidor dice… Recordando a Deming, empezó por formar a las personas en estadística. Era un apasionado del control estadístico de la calidad: lo que no se mide no se controla y no se mejora. Tampoco confiaba en la tecnología por sí misma para solucionar los problemas de calidad. Le ofrecieron muchos millones para invertir en sistemas informáticos y automáticos. Su respuesta fue: por menos del 10% de lo que están dispuestos a gastar en eso, conseguiremos mejores resultados si invertimos en… ¡materia gris! También se recuerda en esta obra a otros grandes de la calidad. Era imposible olvidarlos porque todos y cada uno de sus principios y acciones están hoy día vigentes.