“Cada vez hay más personas que piden una excedencia laboral, ya sea para conciliar la vida familiar, para retomar estudios o para ir a trabajar en otra empresa”, explica Francisco Trujillo Pons, profesor colaborador del grado de Relaciones Laborales y Ocupación de la UOC. Los datos lo confirman. Según cifras de la Seguridad Social, que solamente especifica las excedencias para cuidar de hijos o familiares, han aumentado un 45 % las personas que han pedido esta interrupción para poder cuidar de sus hijos en España durante los seis primeros meses de este año respecto al mismo periodo del año pasado. Concretamente lo han hecho 24.942 personas, mientras que en los seis primeros meses de 2022 fueron 17.140. Se trata de la cifra más alta desde que se empezaron a contabilizar estos datos, en 2012.

Además de la excedencia por cuidado de hijos, un trabajador o trabajadora puede solicitar dos excedencias más, concreta Trujillo: la forzosa y la voluntaria. La primera puede solicitarse cuando el empleado es llamado a ocupar un cargo público (por ejemplo, consejero, regidor, etc.) o por funciones sindicales en un ámbito provincial o superior. En estos casos, en el momento en que el trabajador cese de este cargo público, puede volver a la empresa, que está obligada a darle exactamente el mismo puesto de trabajo.

En cambio, en cuanto a las excedencias voluntarias, no se reserva el puesto al trabajador, sino un “derecho preferente” a volver cuando exista una vacante igual o similar a la de su categoría profesional. Además, el empleado solo podrá solicitar la excedencia si tiene como mínimo un año de antigüedad en la empresa, y su duración podrá ser de entre un mínimo de cuatro meses y un máximo de cinco años. “Cada vez se solicitan más excedencias”, explica Pere Vidal, profesor colaborador de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC, y experto en derecho de los trabajador. “Los trabajadores normalmente las piden porque tienen una oferta de otra empresa; si aceptas el nuevo empleo a través de una excedencia voluntaria, prácticamente puedes dejar la empresa de un día para otro o con siete días de antelación, y no al cabo de quince o más días, como establecen las bajas voluntarias”, concreta Vidal. Otro motivo por el que los trabajadores piden excedencias es porque quieren irse a otra compañía, pero prefieren tener la carta de retorno por si el nuevo empleo no les encaja, añade el profesor de la UOC. En este último punto, el experto deja claro que la empresa no está obligada a aceptar peticiones de retorno anteriores a la fecha de finalización de la excedencia.

Además, para frenar este tipo de excedencias, muchas empresas optan por posponer la fecha de inicio para forzar al empleado —que en la mayoría de los casos la solicita para irse a la competencia— a presentar una baja voluntaria. “La empresa no puede denegar la excedencia, pero el trabajador tampoco puede iniciarla unilateralmente si la compañía necesita algunos días para buscar a un sustituto o por razones organizativas”, deja claro Vidal. Pero ¿cómo viven empresas y empleados la vuelta al trabajo tras este tipo de excedencias? ¿Penalizan a los trabajadores o los benefician?

“Al volver al trabajo, puede haber consecuencias sutiles, como el hecho de que la empresa dude del compromiso del empleado porque se ha roto la confianza o se cuestione su lealtad hacia la compañía”, explica Enrique Baleriola, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y experto en psicología del trabajador. Desde un punto de vista sociológico, este fenómeno se enmarca en lo que se conoce como cultura organizativa. “Para las personas, es importante la identidad de pertenencia a un grupo; en el caso de una excedencia, se perturba esta identidad dentro de la empresa y provoca que el empleado ya no sea el mismo o deje de encajar en el grupo”, ejemplifica Baleriola.

Esta situación de ruptura del compromiso que puede sentir la empresa puede afectar de distintas formas al trabajador, explica el experto. “Puede tener una sensación de exclusión y puede sentir frustración o infravaloración o, incluso, puede mostrarse susceptible a los cambios o a los nuevos compañeros. El empleado puede llegar a plantearse qué hace en esta compañía, cuál es su aportación o cuáles son sus valores”, añade el profesor de la UOC. Para evitarlo, empresa y trabajador deben abordar la situación con una comunicación directa y dejando claras las expectativas de cada una de las partes, afirma Baleriola. “El empresario debe dar un marco de apoyo para que el trabajador hable de sus experiencias durante la excedencia y pueda expresar sus preocupaciones sobre la vuelta al trabajo”, concreta el experto. Una fórmula para conseguirlo es que la compañía ponga en marcha un programa de tutorías para este tipo de empleados, con el objetivo facilitarles la reincorporación en el puesto de trabajo. “Además, por parte de la compañía también hay que reconocer las habilidades que esta persona ha adquirido durante su excedencia en lugar de ver esta situación como una falta de compromiso. Por su parte, el trabajador debe tener una conversación abierta con sus supervisores y compañeros para expresar su entusiasmo por conseguir el éxito de la empresa y para alejar posibles dudas sobre su compromiso”, señala Baleriola. En definitiva, que esta transición salga bien depende de la comprensión y el reconocimiento tanto de la empresa como del trabajador, concluye el experto.