España no es país para ríos analiza la situación de cuarenta ríos de entre los cerca de
treinta mil que recorren las tierras de nuestro país. Son cuarenta ríos que los representan
a todos, porque los problemas que sufren nuestros ríos son comunes a todos ellos:
los embalses que impiden la circulación y renovación de las aguas, la introducción
destructiva de especies exóticas, la contaminación de la industria y del modelo agropecuario,
su uso indiscriminado para generar energía y regar huertas inmensas…, todos
estos factores están acabando con la vida de nuestros ríos. Pese a las consecuencias del
cambio climático, que ya casi nadie se atreve a negar con libertad, que combina la escasez
de agua con periodos puntuales de lluvias torrenciales, las soluciones propuestas
en la actualidad siguen siendo las mismas que las puestas en práctica hace un siglo:
embalsar los ríos y exprimir todavía más sus aguas. En la actualidad, si explicas que
las viejas soluciones ya no sirven, muchos expertos, entendidos, planificadores, políticos
y ciudadanos se encogen de hombros, o no se lo creen o conf ían en que la tecnología
superará este puntual problema como antes solucionaron otros más graves, como el
desastre del Prestige… Pero no hay soluciones mágicas. Sin ríos limpios, corrientes y
libres, gran parte de España se convertirá en un triste desierto. Ya no quedan mejillones
perlíferos en casi ningún río de España porque sus aguas no están limpias ni corren
libres, los salmones no remontan los cauces y las truchas desaparecen. Pero el problema
más grave que padecen nuestro ríos es el olvido, la ignorancia de todos nosotros, la
escasa atención que les prestamos, aunque demos mucha importancia a su agua como
recurso para regar, beber, producir energía, desaguar nuestros deshechos o adornar algún
paisaje. Porque un río es algo más que un canal para regar o el final de una cloaca
urbana. Junto a un río comenzó la humanidad a hacer ciudades y a soñar un futuro.