El protagonismo de la digitalización en nuestras vidas ha crecido exponencialmente en los últimos años. En muchas ocasiones, las desigualdades de género y de clase social que existen en la vida real se reproducen y se transforman a través de los usos de internet. Conocer la perspectiva y la experiencia real de las usuarias puede ayudar a definir políticas de inclusión digital más efectivas.

Arrojar luz sobre esta cuestión ha sido el objetivo de la tesis doctoral La reproducción, y alguna transformación, de las desigualdades de género y clase social en internet: un análisis interseccional en mujeres usuarias de programas de inclusión social. Se trata de un trabajo de Lídia Arroyo, doctora en Sociedad, Tecnología y Cultura e investigadora del Grupo Género y TIC (GenTIC) del Internet Interdisciplinary Institute (IN3), de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Esta tesis doctoral ha buscado entender cómo las mujeres usuarias de programas de inclusión digital aprovechan las tecnologías digitales como ciudadanas, y cómo elementos como la clase social, la edad o la condición de migrante determinan el uso que hacen de internet y sus implicaciones. Las conclusiones permiten confirmar que las experiencias no son uniformes, y que crear políticas sociales basadas en la interseccionalidad es fundamental.

 

Entender el uso de internet

El trabajo de Arroyo parte de la premisa de que es necesario conocer el uso de internet y sus implicaciones teniendo en cuenta las desigualdades de género. Parte, también, de la base de que existe escasa evidencia empírica sobre las implicaciones de la digitalización en las mujeres en la intersección con la clase social como ciudadanas.

“Los estudios STS (Science Technology and Society, en inglés) que han incorporado la perspectiva de género se han centrado principalmente en el diseño y la producción de tecnologías, pero falta evidencia empírica que explore esta cuestión desde la perspectiva de las personas usuarias y, concretamente, desde la perspectiva de las mujeres cruzadas por otras desigualdades como la clase social”, señala Arroyo en su tesis.

Para realizar el estudio, la investigadora realizó un trabajo cualitativo en el que participaron 49 mujeres usuarias de programas de inclusión digital. Este trabajo se desarrolló a partir de entrevistas y grupos de discusión compuestos por mujeres de clase trabajadora en situación de desempleo, mujeres inmigrantes y mujeres de clase media inactivas. Su experiencia en estos programas permite entender la presencia de desigualdades de género y de clase social a través de los usos de internet.

Los resultados confirman que el uso de internet y sus implicaciones no es uniforme, sino que está determinado por las desigualdades de género y de clase social, la edad, la condición de inmigrante o la orientación sexoafectiva. Estas desigualdades marcan el tiempo que le dedican, el significado que internet tiene para ellas y su uso.

 

Hacia una nueva definición de las brechas digitales

Uno de los ejemplos de estas desigualdades lo encontramos en el uso de internet en el mercado laboral, que es diferente en función de la clase social, el nivel de estudios y la edad de las mujeres. Así, la investigadora amplía el concepto de brecha digital para incorporar las brechas interseccionales en el mercado laboral.

“Mientras que ni para las mujeres de clase trabajadora ni para las mujeres de clase media sin estudios universitarios internet no es una herramienta de trabajo fundamental para desarrollar sus funciones laborales, para las mujeres de clase media con estudios universitarios sí que es un elemento central en sus lugares de trabajo”, señala Arroyo en su tesis. “Ello nos lleva a detectar los posibles sesgos que pueden estar teniendo los estudios y los supuestos de las políticas públicas cuando se refieren al rol de las competencias digitales en el mercado laboral de manera generalizada sin tener en cuenta cómo afecta el género, la clase social o la edad”.

La experiencia es también diferente para las mujeres migrantes y las no migrantes, y para las de menor y mayor edad. De acuerdo con las conclusiones de Arroyo, las mujeres no migrantes mayores de cincuenta, por ejemplo, temen una exclusión por razón de edad cuando solicitan un trabajo por internet.

En cambio, las mujeres inmigrantes consideran que la solicitud de empleo en línea las protege de una exclusión directa que sí puede darse cuando van a entregar sus currículums en persona. “De esta manera, la solicitud de trabajo en línea evita que estas mujeres se tengan que enfrentar a actitudes racistas de manera directa”, señala Arroyo.

“Los resultados también muestran cómo las mujeres inmigrantes valoran los recursos y las competencias adquiridas mediante los cursos de inclusión digital, destacando particularmente la autonomía para poder buscar trabajo por ellas mismas y el conocimiento del entorno local, que supone un refuerzo de su autoestima y de la seguridad en sí mismas”, explica la investigadora.

Así, también, la investigadora introduce la brecha digital identitaria en las mujeres en la reconceptualización de las brechas digitales. Esta brecha digital identitaria hace referencia a la configuración de la identidad de las mujeres alejada de las tecnologías y la percepción que tienen de sí mismas como menos capaces para desenvolverse con las tecnologías en relación con los hombres. Los hallazgos de la tesis apuntan a la importancia de que las políticas de inclusión trabajen para la reducción de la brecha digital identitaria en las mujeres.

Otro de los hallazgos es la identificación de la brecha de tiempos en el concepto de la brecha digital. El estudio de Arroyo señala que todas las mujeres analizadas, independientemente de su clase social, se ven afectadas por las normativas de género vinculadas a la división sexual del trabajo. Estas normativas terminan afectando tanto a la disponibilidad de tiempo como al uso que hacen de internet.

“Así, vemos que las mujeres se conectan a internet cuando han cumplido con sus responsabilidades familiares y laborales, y usan internet principalmente para mantener el vínculo del cuidado con sus familiares e iguales”, escribe la investigadora. “Este trabajo de cuidado digital es especialmente acusado en el caso de las mujeres inmigrantes con hijos e hijas menores en el país de origen, en las que su rol de madre está mediado por las tecnologías digitales”.

 

Una puerta abierta a políticas más inclusivas

Ejemplos como estos permiten entender que son varios aspectos –el género, la clase social, la edad o la condición de inmigrante, entre otros– los que condicionan la experiencia de las mujeres como nuevas usuarias de las tecnologías digitales, su vida laboral y pública y su vida personal.

A su vez, los resultados de esta tesis señalan la necesidad de no considerar el género como una variable sociodemográfica más, sino como un aspecto fundamental a la hora de plantear la interseccionalidad en el estudio del uso y las implicaciones de internet.

De acuerdo con Arroyo, es necesario y urgente diseñar políticas públicas que tengan en cuenta la perspectiva feminista interseccional –y no basadas en asunciones sin base empírica difundidas por las empresas tecnológicas–, que ayuden a las mujeres a hacer un uso más estratégico de internet. Las propias conclusiones de esta tesis son una vía para diseñar nuevas herramientas y soluciones.